En la Declaración de los Derechos de la Infancia se recoge el Derecho a Jugar como uno de los fundamentales
El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deberán estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación
Principio VII
Sabemos que el juego es la base del desarrollo, ya que fomenta el crecimiento y asegura una buena salud a nivel físico, intelectual y emocional.
Puede parecer que todos los juegos son iguales, sin embargo, en función de la edad del niño, su juego va cambiando y se identifican varias etapas, así como diferentes tipos de juego.
Hoy queremos profundizar en el juego simbólico.
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¿Qué es?
Este es un juego de representación: ahora soy la mamá, soy el médico, la profe, la cama es un barco y el mando de la tele, un teléfono.
Va más allá del “hacer como si fuera…”, es la vivencia de esa realidad: cuando hago juego simbólico, vivencio el ser una mamá, el ser la profesora, el ser el capitán del barco… Con todas las situaciones que eso implica y todas las herramientas que tengo que poner en juego para hacer frente a la realidad que estoy simbolizando.
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¿Cuándo aparece?
Nos adentramos en esta etapa a partir de los dos años. Comienza con un juego de imitación que llamamos pre-simbólico y conforme el niño va creciendo se va haciendo más complejo, como una historia o un cuento.
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¿Para qué sirve?
El valor de este juego es inmenso. Entre algunas de sus funciones están:
– Favorecer las interacciones sociales y el aprendizaje de roles
– Desarrollar el lenguaje, la expresión emocional y la empatía
– Fomentar la creatividad e imaginación
– Ayudar a estructurar la actividad y consolidar las representaciones mentales
– Facilitar el manejo de la frustración y canalizar las preocupaciones
– Favorecer el desarrollo de herramientas de gestión de conflictos
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¿Cómo puedo favorecer el juego simbólico?
En primer lugar, es importante que sean los niños los que creen, desarrollen y dirijan su juego. Como adultos, en ocasiones y sin darnos cuenta, intervenimos de manera crítica.
Pero recordemos que el juego simbólico es libre; si los niños nos invitan a jugar, podemos participar estimulando la asociación de ideas, ayudando a relacionar elementos o a enriquecer su fantasía, pero intentando no decirles cómo o qué deben hacer.
Por otro lado, podemos hacer uso de recursos materiales para facilitar y desarrollar juegos simbólicos. Estos recursos deben ser sencillos, poco estructurados y versátiles, de manera que puedan convertirse y transformarse en aquello que la imaginación del niño le permita. De esta manera, elegiremos elementos que permitan distintos usos y aplicaciones: telas, bloques grandes para construir, picas…
Además, podemos proporcionar juguetes con uso más concreto: disfraces, herramientas, cocinitas, muñecos…
Favoreciendo y observando el juego simbólico de los niños podemos obtener información acerca de cómo viven los diferentes contextos (familia, escuela, amigos), así como sus deseos, necesidades, miedos, preocupaciones… De esta manera, contribuimos a que se produzca un desarrollo psicomotor más rico y armónico.